Del santo Evangelio según Lucas
6,6-11: Otro sábado entró Jesús en la sinagoga y
se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban
al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de
qué acusarle. Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la
mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se puso allí.
Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien
en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla.» Y, mirando a
todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» Él lo hizo, y quedó restablecida su
mano. Ellos se ofuscaron y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.
Reflexión
• Contexto. Nuestro pasaje presenta a
Jesús curando a un hombre que tenía una mano seca. A diferencia del contexto de
los cap. 3-4 en los que Jesús aparece solo, aquí Jesús aparece rodeado de sus
discípulos y de las mujeres que lo acompañaban. En los primeros tramos de este
camino encontrará el lector diversos modos de escuchar la palabra de Jesús por
parte de los que lo siguen que en definitiva podrían sintetizarse en dos
experiencias que reclaman a su vez dos tipos de aproximación a Jesús: el de
Pedro y el del centurión. El primero encuentra a Jesús que, después de la pesca
milagrosa, lo invita a ser pescador de hombres, y cae después de rodillas ante
Jesús: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. El segundo no tiene
ninguna comunicación directa con Jesús: ha oído hablar muy bien sobre Jesús y
le envía intermediarios para pedirle la curación de su criado que está
muriendo; pide algo no para sí, sino para una persona muy querida. La figura de
Pedro representa la actitud del que, sintiéndose pecador, pone su obrar bajo el
influjo de la Palabra de Jesús. El centurión, mostrando su solicitud por el
criado, aprende a escuchar a Dios. Pues bien, la curación del hombre que tiene
una mano seca se coloca entre estas vías o actitudes que caracterizan la
itinerancia de la vida de Jesús. El hecho milagroso se produce en un contexto
de debate o controversia: las espigas arrancadas en sábado y una curación
también en sábado, precisamente la mano seca. Entre las dos discusiones, la
palabra de Jesús juega un papel crucial: “El Hijo del hombre es señor del
sábado” (6,5). Yendo a nuestro pasaje, preguntémonos qué significa esta mano
seca? Es símbolo de la salvación del hombre que es conducido a su situación
original, la de la creación. Además, la mano derecha expresa el obrar humano.
Jesús devuelve a este día de la semana, el sábado, su más profundo sentido: es
el día de la alegría, de la restauración, y no de la limitación. El sábado que
Jesús presenta es el sábado mesiánico, no el sábado legalista; las curaciones
realizadas por él son signos del tiempo mesiánico, de la restauración y
liberación del hombre.
• Dinámica del milagro. Lucas pone ante
Jesús a un hombre con una mano sin fuerza, seca, paralizada. Nadie se interesa
por pedir su curación y menos aún el directamente interesado. Pero la
enfermedad no era sólo un problema individual, sino que sus efectos repercuten
en toda la comunidad. En nuestro relato no emerge tanto el problema de la
enfermedad sino más bien su relación con el sábado. Jesús es criticado porque
ha curado en sábado. La diferencia con los fariseos consiste en que éstos, en
el día de sábado, no actúan en base al mandamiento del amor que es la esencia
de la ley. Jesús, después de ordenar al hombre ponerse en el centro de la
asamblea, hace una pregunta decisiva: “¿es lícito o no curar en sábado?”. Los
espacios para la respuesta son reducidos: curar o no curar, o sea, curar o
destruir (v.9). Imaginémonos la dificultad de los fariseos: había que excluir
que en sábado se pudiese hacer el mal o conducir al hombre a la perdición y
menos aún curar ya que ayudar en sábado estaba permitido sólo en casos de
extrema necesidad. Los fariseos se sienten provocados, lo cual excita su
agresividad. Aparece como evidente que la intención de Jesús al curar en sábado
es procurar el bien del hombre, en primer lugar el que está enfermo. Esta
motivación de amor nos invita a reflexionar sobre nuestro comportamiento y a fundamentarlo
en el de Jesús, que salva. Jesús no presta atención sólo a la curación del
enfermo, sino que está también interesado por la de sus adversarios: corarlos
de su torcida actitud al observar la ley; observar el sábado sin reanimar al
prójimo de sus enfermedades no está en conformidad con lo que Dios quiere. Para
el evangelista, la función del sábado es hacer el bien, salvar como Jesús hace
en su vida terrena.
Para la reflexión personal
• ¿Te sientes urgido las palabras de
Jesús? ¿Cómo te comprometes en tu servicio a la vida? ¿Sabes crear condiciones
para que el otro viva mejor?
• ¿Sabes poner en el centro de tu
atención a todos los hombres y a sus necesidades?
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