Meditar con una sonrisa
Y como en la vida personal de todo cristiano el humor
tiene un hueco, Joseph Folliet (1903-1972) –sacerdote, sociólogo, escritor
francés y cofundador de los Compañeros de San
Francisco– pensó en utilizar el humor para construir las “Pequeñas
Bienaventuranzas” siguiendo el modelo de las del Evangelio, que se
acercan más a nuestro tiempo.
La primera es probablemente la más conocida, pero las
otras también son dignas de reconocimiento:
Bienaventurados los que se saben reír de sí mismos:
siempre tendrán motivo de diversión.
Bienaventurados los que saben distinguir una montaña
de una topera: se ahorrarán muchos quebraderos de cabeza.
Bienaventurados los que son capaces de descansar y
dormir sin justificarse: serán sabios.
Bienaventurados los que miran dónde ponen el pie:
evitarán muchos disgustos.
Bienaventurados los que saben callar y escuchar:
¡Aprenderán cosas nuevas!
Bienaventurados los que son lo bastante inteligentes
como para no tomarse en serio: su entorno los apreciará.
Bienaventurados los que están atentos a la llamada de
los demás sin creerse indispensables: serán sembradores de alegría.
Bienaventurados vosotros si sabéis mirar con seriedad
las cosas pequeñas y con tranquilidad las cosas serias: llegaréis lejos en la
vida.
Bienaventurados si sabéis admirar una sonrisa y
olvidar una mueca: vuestra vida será luminosa.
Bienaventurados si podéis interpretar siempre con
benevolencia las actitudes de los demás, aunque las apariencias sean
contrarias: os tomarán por ingenuos, pero ese es el precio de la caridad.
Bienaventurados los que piensan antes de actuar y oran
antes de pensar: evitarán hacer muchas tonterías.
Bienaventurados si sabéis callar y sonreír aunque os
quiten la palabra, cuando os contradigan u os pisoteen: el Evangelio empieza a
penetrar en vuestro corazón.
Bienaventurados sobre todo vosotros que sabéis
reconocer al Señor en todos los que encontráis: habéis encontrado la verdadera
luz, habéis encontrado la verdadera sabiduría.
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