AUDACIA Y LUCIDEZ
P. Gregorio Mateu
Vivimos en la multiculturalidad y el pluralismo. De todas partes nos llegan voces diferentes, propuestas de sentido, palabras, signos, rituales que nos ofrecen relatos singulares, imaginarios, lugares donde apoyar la vida. Vivimos constantes ambivalencias, con una fuerza rápida que necesita discernimiento y claridad en la toma de decisiones. Todos, de alguna manera, experimentamos nuestra fragilidad, vulnerabilidad, limitación existencial.
Nos encontramos hoy en la encrucijada inevitable de la realidad y de la utopia, del deseo y de los hechos. Para avanzar necesitamos hurgar en las raíces que apoyan nuestras convicciones, nuestros proyectos, nuestros sueños. ¿Cuál es el sentido genuino de la vida? El camino más corto para ir de un sitio a otro ya no es la línea recta, es el acierto de nuestros sueños y de nuestros deseos.
¿Somos los últimos soñadores de un mundo mejor, más justo, más habitable? Quizás somos los últimos de una manera de ser humanista, con valores cristianos, con tradicionales conceptos bíblicos de familia, vida, convivencia, fraternidad, acogida, respeto…
Es cierto que ya no es tiempo de quejas y lamentos, de añoranzas del pasado, de evadirnos de la realidad, de espiritualidades caducadas. Ha llegado el tiempo de formular nuevas propuestas, de ensayar creatividades atrevidas, de actualizar utopías sugerentes. En la profecía se encuentra la sabiduría, en la eficiencia palpita la gratuidad. Está llegando el tiempo de mostrar experiencias de vida, esperanzas nuevas, horizontes con criterio.
Está llamado ahora mismo en nuestras puertas la lucidez y la audacia para conseguir un tiempo nuevo que asuma los grandes retos de la ciencia, la cultura, la fe y la dignidad humana. Los creyentes están en la mejor disposición de renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo, de dejarse encontrar por el, de dar testimonio de vida en sus comportamientos.
Necesitamos cristianos fieles a la oración, comprometidos con la radicalidad evangélica, viviendo una fe compartida, repleta de calor humano, con sabor de amor y luz radiante en sus almas nobles. Personas y comunidades que trabajen por un mundo nuevo, que acojan, que acompañen, que se hagan cargo, que carguen y encaren la realidad para transformarla, purificarla, renovarla.
La audacia y la lucidez deben manifestarse aprendiendo desde la sensibilidad, la inteligencia y la libertad de una renovada cultura de la vida, de la honradez, del humanismo… Nace una nueva fe evangélica en contacto con preguntas inquietantes, superando miedos, temores, manteniendo aspiraciones, alegrías y esperanzas.
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