Martes 21 de Febrero 2023
No al orgullo, sí a la humildad
Evangelio según san Marcos 9, 29-36.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llagaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos. Lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
INVITADOS
A REFLEXIONA
El contraste resulta dramático: Mientras Jesús reflexiona sobre la amarga situación que va a soportar en Jerusalén, a saber, vivir el sufrimiento de la Pasión y Muerte en manos de sus enemigos, para luego resucitar de entre los muertos, sus discípulos discutían acaloradamente quién era el más importante entre ellos. Es el problema de siempre entre los que queremos servir al Señor. Al final, terminamos sirviéndonos a nosotros mismos.
La vida es un camino. La tierra no es una meta final, sino una estación intermedia. Somos peregrinos que cubrimos una ruta espinosa, con alegrías y penas, que tenemos que pagar un tributo a una muerte temporal para amanecer a la felicidad eterna. Jesús enfatiza el sufrimiento del Hijo del Hombre para recordarnos que, junto a Él, por Él y en Él, el dolor tiene un sentido redentor que es preciso valorar. Cuando se auto proclama Hijo del Hombre no quiere enfatizar su humanidad, sino evocar al Mesías anunciado por Daniel (Daniel 7, 13-14) La expresión Hijo del Hombre es menos provocativa que Hijo de Dios, que tanto molestaba a los escribas y fariseos.
La cumbre de la vida de Cristo es la Resurrección. Es el triunfo final sobre el sufrimiento y la muerte. Es el comienzo de la verdadera vida. Todo se aclara con la salida gloriosa del sepulcro. El destino fatal y la derrota sin paliativos que ha representado la Pasión y la Muerte, ha dado lugar al triunfo de la verdad total. El hombre ha encontrado sentido a su existencia; se le han abierto de par en par las puertas de una felicidad inacabable.
Bendita sea la ofrenda de mi Redentor.
Bendito sea el dolor con sentido.
Bendito sea el llanto por un pasado superado.
Bendita sea la cruz que nos alcanza tanta gloria.
Bendito sea el camino de nuestro calvario.
Bendito sea el peso de mi deber.
Bendito sea el perdón de mis culpas.
Bendita sea la ofrenda de mi vida.
Bendita sea la carga de mis hermanos.
Bendita sea la Gloria de mi Señor.
Los apóstoles buscaban la gloria humana, el triunfo sobre los demás. No habían entendido todavía la lección de la humildad y de la entrega en el servicio. Jesús les recuerda la sabiduría de la humildad. Servir a los demás es un privilegio.
La soberbia nos aleja de las personas, nos hace insufribles. Somos pobres gentes, que llevamos dentro un gran tesoro que cabe conservar y usar a beneficio de los que nos rodean. Todo cuanto somos y tenemos es regalo de Dios. Debemos usarlo con una actitud de acción de gracias, sabiendo que Dios nos acoge tal como somos.
Imitar a un niño supone mantener una actitud inocente de espontaneidad que nos aleja de tantas formas de dominio y opresión que muy poco tienen que ver con los valores evangélicos que profesamos. (P. Gregorio Mateu)
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