Viernes 17 de Febrero 2023
Tomar la cruz con buen ánimo.
Evangelio según san Marcos 8, 34-39:En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta época descreída y malvada, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su padre entre sus santos ángeles. Y añadió: os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirá sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.
INVITADOS A REFLEXIONAR
Jesús acaba de aceptar la “cruz para sí”, para después anunciar la “cruz para sus discípulos”. Los apóstoles no entendían que Jesús, voluntariamente, quisiera subir a Jerusalén sabiendo que iba a ser condenado. Vale recordar que no hay glorificación ni resurrección, si no se camina antes por la senda de la cruz La cruz, escándalo para los judíos y locura para los paganos, iba a entrar con fuerza en la espiritualidad evangélica. En la cruz, efectivamente, se manifiesta la fuerza de Dios para reconciliar a los hombres con la verdad. En la debilidad está la fuerza. Por la sangre de la cruz se ha reconciliado Dios con todos los seres humanos. Se han superado las antiguas divisiones provocadas por el pecado.
La senda de los triunfadores está marcada por el sacrificio. El que toma su cruz, acepta la realidad de sus limitaciones y adquiere fuerza de voluntad para caminar por la senda de la santidad. Hemos sido justificados por la entrega y el sacrificio de Jesús crucificado. En la vida diaria, el cristiano debe saber morir al hombre viejo para ser liberado del pecado y de la muerte. La sabiduría de la cruz alcana límites impensables, pues Cristo fue humilde y obediente hasta la muerte y muerte de cruz.
San Pablo nos recuerda: “Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”. (Gal 6,14)
No hay luz sin cruz.
No hay gloria sin sacrificio.
No hay triunfo sin esfuerzo.
No hay sonrisas sin lágrimas.
No hay descanso sin haberse cansado.
No hay obras si antes no hay trabajo.
No hay perdón si no hay penitencia.
No hay oración si no hay capacidad de escucha.
No hay sanación si antes no tenemos fe.
No hay salvación si no se renuncia al pecado.
Llama la atención la propaganda insidiosa, falaz y escasamente provechosa, que insinúa el eslogan de una confesión religiosa titulado “deja de sufrir”. Mientras estemos peregrinando hacia la casa del Padre, tendremos como compañero de viaje el sufrimiento. De una forma inevitable. La limitación y la vulnerabilidad de la persona humana, nos obliga a abrazar la cruz de nuestras obligaciones con buen ánimo y con deseos de superación. (P. Gregorio Mateu)
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