Lunes 13 de Febrero 2023
Milagros que dan vida.
Evangelio según san Marcos 8, 11-13: Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación. Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
INVITADOS A REFLEXIONAR
Las muchedumbres adoraban a Jesús. Se agolpaban junto a él para verlo y tocarlo. Los líderes religiosos, en cambio, le odiaban, ardían de envidia, pues predicaba con autoridad y actuaba con poder. Jesús les había recordado las pautas de la verdadera religiosidad, denunciando sus falsos cumplimientos y la poca profundidad de su fe. Por eso, reaccionan con violencia e intentan quitarlo de en medio.
En el evangelio según san Lucas, se presenta a Cristo como el gran hacedor de milagros y maravillas. El evangelista se dirige a los romanos, amantes de los hechos y no de las doctrinas; por ello, Lucas dedica sus reflexiones a narrar con detalle las obras maravillosas realizadas por Jesús: sus signos, sus milagros. El pueblo romano era un pueblo práctico. Se dejaba mover por los hechos, no por las teorías.
El poder de Jesús es objeto de crítica por aquellos que han convertido la religión en un rito sin corazón, sin vida interior. Su práctica religiosa es meramente externa. Encontramos treinta y cinco milagros específicos en los Evangelios: Diecisiete curaciones físicas; nueve sobre las fuerzas de la naturaleza; sana seis endemoniados y resucita tres muertos. Pero, además, observamos que las muchedumbres le traían enfermos y endemoniados, y los sanaba a todos. Vale remarcar la palabra “todos”: buenos y malos, ricos y pobres, sabios e ignorantes.
“Los que te conocemos, Señor, no necesitamos signos. Los tenemos, los disfrutamos y los vivimos desde el primer instante en el vientre de nuestra madre. Tú, y sólo Tú, Señor, eres mi gran milagro.”
Gracias, mi Dios, por el milagro de la vida que me has dado.
Gracias, mi Dios, por la familia que ha acunado mis días.
Gracias, mi Dios, por fe que has depositado en mi mente y corazón.
Gracias, mi Dios, por el pan y la comida que pones en mi mesa.
Gracias, mi Dios, por la ilusión con la que despierto todos los días.
Gracias, mi Dios, por los que me alientan a seguir en el camino.
Gracias, mi Dios, por el don de pensar, meditar y soñar.
Gracias, mi Dios, por el corazón sensible que Tú has cambiado.
Gracias, mi Dios, por liberarme de la muerte eterna.
Gracias, mi Dios, porque sé que Tu nunca me abandonas.
Gracias, mi Dos, porque me das luz para ver tus SIGNOS en mi vida.
Se embarcó y se fue a la otra orilla. Siempre en busca de los hombres y mujeres que necesitan su ayuda. Para encontrar a Jesús hay que surcar los mares del mundo sin tener temor a las profundidades, a las tempestades, a los peligros. El ha venido a nuestra orilla en busca de nuestro amor. Sigue teniendo sed de nosotros. Nos busca con pasión.
Cristo pasa por nuestra vida y hay que ser sabios y lograr aprovechar la ocasión. Dar respuesta a su llamada. Aceptar su invitación para entrar en la barca de su Iglesia y remar mar adentro en busca de luminosos horizontes de santidad. P. Gregorio Mateu)
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