25 enero 2023

EVANGELIO- P. GREGORIO

3ª Semana T.O.

Clarificar la voluntad de Dios

 


Evangelio según san Marcos 4, 1-20:En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: “Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abraso y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, o ahogaron y no dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno. Y añadió: El que tenga oídos para oír que oiga. Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio a lo de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren no vean, por más que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone”. Y añadió: ¿No entendéis esta palabra? ¿Pues como vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la Palabra pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso y al escucharla la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y cuando viene una dificultad o persecución por la Palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; estos son los que escuchan la Palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la Palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la Palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.

INVITADOS A REFLEXIONAR

Me imagino a Jesús predicando desde una barca. Lo veo feliz, fuerte, decidido, con buena voz para que se le oiga bien, superando el susurro de las olas y el clamor de la multitud. Reviste su mensaje de imágenes y parábolas. Quiere que se conozca la verdad del Reino, es decir, la Buena Noticia. La multitud, fascinada, le sigue con fidelidad. Es diferente a los predicadores de las sinagogas y a los sacerdotes del templo. La formalidad protocolaria de los escribas, fariseos y levitas, ha sido sustituida por la espontaneidad y la novedad del Evangelio.

Transmite la imagen metafórica del sembrador y del fruto de la cosecha con la transmisión del mensaje –la Buena Noticia-  y el fruto fecundado en el corazón de los oyentes de la Palabra. Las parábolas no tienen por objeto introducir a los oyentes en los dinteles del misterio, sino que les facilita la personal reflexión para que logren, al fin, descubrir la riqueza del mensaje y su aplicabilidad a la vida de cada día. A los apóstoles les explica las parábolas, les aclara las confusiones que mantienen en sus mentes y les muestra como tienen que aplicarlas a la  vida.

Todos necesitamos acercarnos más y más a Cristo para entender su mensaje. Y, por supuesto, necesitamos su gracia para llevar a la vida el mensaje recibido. No basta oír, es preciso escuchar, atender, entender y, desde luego, aplicar la verdad de la Palabra a la propia vida. De poco serviría mirar a Jesús superficialmente como un predicador más, o como un aventurero revolucionario que quiere llamar la atención; es preciso saber ver con claridad al Hijo del Hombre, llamado a salvar a la humanidad. Las parábolas son caminos abiertos, semillas de vida, amaneceres de luz para quienes caminan en busca de la verdad.

Cuidemos la Palabra para conocer los secretos de Dios

Cuidemos la Palabra en el camino, rechazando al diablo.

Cuidemos la Palabra, abonando los campos del alma.

Cuidemos la Palabra, venciendo los afanes del mundo.

Cuidemos la Palabra, liberándonos del afán de riquezas.

Cuidemos la Palabra, alimentando las raíces de nuestra fe.

Cuidemos la Palabra, dejándonos transformar por ella.

Cuidemos la Palabra, para producir frutos de santidad.

Cuidemos la Palabra, descifrando su mensaje de salvación.

Cuidemos la Palabra, dándola a conocer cada día.

La Palabra es una acción generadora de vida. Podemos recibirla con sorpresa, con confianza, con temor, con fe. Pero, tiene que dar fruto para producir el ciento por uno en nuestras vidas.

Decía con convicción William E. Gladstone: “He conocido noventa y cinco grandes hombres en mi vida, y de ellos, ochenta y siete eran seguidores de  la Palabra contenida en la Biblia”. (P. Gregorio Mateu)

 

 

 

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