8 Marzo
Texto
del Evangelio (Lc 4,24-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de
Nazaret: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.
Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando
se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el
país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta
de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y
ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».
Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y,
levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura
escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.
El fracaso es parte de la cruz de Cristo. Jesús
fracasó varias veces. Se manifiesta este
fracaso al comienzo mismo del Evangelio de San Juan cuando se afirma que “los
suyos no le recibieron”. Después, uno de los discípulos elegido por Él, Judas
Iscariote, lo vendió por 30 monedas. Pedro negó que lo conociera. Los
discípulos lo abandonaron en la Pasión, excepto Juan, que se quedó para cuidar
y acompañar a María, la Virgen.
Jesús residía en Cafarnaúm, y de
allí salía a recorrer las poblaciones vecinas,
predicando la Buena Nueva del Reino de Dios, Reino de amor, de paz y justicia. De vez en cuando, curaba a algún enfermo. En una
de esas correrías, llegó a Nazaret, al pueblo donde había pasado la mayor parte
de su vida, aunque Él había nacido en Belén.
La gente se muestra sorprendida
por la sabiduría de Jesús y las maravillas que hace. Ven que sabe leer con
acierto y explicar con precisión las Escrituras. Estaban sorprendidos y admirados, sí,
pero no creyeron en Él. Los suyos, los de su casa, los de su pueblo, los
líderes más cercanos, no lo recibieron. No lo aceptaron como maestro, ni como
profeta, debido a su origen popular. Piensan que se trata de un muchacho local,
que se hace el importante. No pueden ni quieren creer que Dios se manifieste en
lo humilde, en lo cotidiano. Nunca ha sido fácil predicar en la misma tierra que a uno le han visto
crecer.
El fracaso
forma también parte de nuestra vida ya desde pequeños, y hace falta mucha madurez y sangre fría para ir superando los
sinsabores que van viniendo, y se convierte
en un tormento avanzar en la vida.
El fracaso es algo común en unal complicada aventura de crecer: en unos más, en otros
menos. En deporte se dice: “Hay que saber perder”.
Mucha gente pequeña, en lugares
insignificantes, haciendo cosas poco importantes, puede y logra cambiar el
mundo. La sabiduría no es otra cosa que la conciencia de los propios límites.
Es en la cotidianidad y la sencillez de cada día en la que Dios se ha querido
manifestar y revelar. (G.M.E.)
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