5 Marzo
Texto
del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los
notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una
viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la
arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos,
envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores
agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le
apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero
los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A
mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre
sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y
agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el
dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Dícenle: «A esos
miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros
labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No
habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores
desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y
es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios
para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos». Los sumos sacerdotes y los
fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos.
Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por
profeta.
En la parábola de los viñadores
asesinos, Jesús expone el modo de relación que Dios ha querido entablar con los
hombres y mujeres, tanto de ayer, como de nuestro tiempo. Nos entrega, en
calidad de administradores: la vida, la creación, las cosas y hasta nos
encomienda personas y lo que es de su exclusiva propiedad, su viña. Quiere que
la administremos “como si fuera nuestra”, pero sin perder de vista que es un
bien de Dios.
Dios no quiere una relación de convidados
pasivos, sino una relación solidaria, un
rendimiento compartido. Este tipo de relación engendrará una hermosa amistad y
una saludable vivencia de fe responsable y madura. Pero, para que
fructifiquemos en la administración de lo que no es nuestro sino de Dios, hemos
de superar la nostalgia, la avidez y la ansiedad.
Los nuevos viñadores a quienes
Dios entrega la administración de lo que
es su suyo, (su Reino), han de tener un modo de producir con audacia y osadía.
Los nuevos viñadores han de practicar una fe, entendida como compromiso. Y
poseer una fuerza maravillosa para levantarnos y mover a los demás
Toma Señor y recibe toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer. Tú
me lo diste, a ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo. Dispón de mí según tu
voluntad. Dame tu amor y gracia que ésta me basta.
Esta parábola era una advertencia
dirigida a los líderes religiosos judíos, pero también a nosotros, creyentes de
esta hora. Una lectura tranquila del texto nos obliga a hacernos graves
preguntas: ¿Estamos produciendo los frutos que Dios espera de nosotros?
¿Buscamos justicia para los oprimidos, solidaridad con los excluidos, compasión
hacia los que sufren? (G.M.E.)
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