“Sí al amor y no al egoísmo”
En su Carta
a los gálatas, el apóstol Pablo anuncia las cualidades que el
cristiano debe tener para desarrollar esta felicidad —“amor, alegría y paz,
magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia”—.
Juan, en su Evangelio, habla de los medios para
conservarla, diciendo “sí al amor y no al egoísmo, digamos sí a la vida y no a
la muerte, digamos sí a la libertad y no a la esclavitud de tantos ídolos”,
como exhorta a menudo el
papa Francisco, recordando la regla de oro que Dios ha inscrito en
la naturaleza humana.
“Que cada uno examine su propia conducta, y así podrá
encontrar en sí mismo y no en los demás, un motivo de satisfacción” (Gal 6,4)
“Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor.
Como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he
dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto” (Jn 15,10-11)
“Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir,
alégrense”, exhorta también san Pablo en su Carta
a los filipenses.
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